Marcel Proust (1871- 1922) encontraba que acudían los recuerdos más íntimos por evocación a través de las sensaciones.
Creo que esta situación debe ser ampliamente compartida por casi todo el mundo. Basta oir una canción o percibir un olor especial para que aparezcan imágenes antiguas como si fuese un viaje al pasado, percibido con tal realidad que estremece lo más íntimo.
En Hermigua, cuando por la edad me asomaba a la vida, con frecuencia pasaba el tiempo en el entorno de nuestra casa, pequeña con cubiertas de teja francesa. Los tres espacios interiores permitían distribuir escasamente los dormitorios de toda la familia de ocho miembros
Un patio con alero en el exterior sobre endebles columnas de madera. La cocina era el sitio más acogedor y familiar de la casa, donde se compartía el relato de los acontecimientos más variados, especialmente de mis tres hermanas mayores.
La casa queda semioculta desde la calzada empedrada. Un sendero que a mí me parecía muy largo nos lleva suavemente a la casa. Flores cultivadas por mi madre adornaban una de las orillas de este paseo. Enredaderas de flores azules cubrían algunas paredes y muros medianeros, había también una gran buganvilla violeta, una palma, un guaydil (convolvulus floridus)de flores blancas al que llamábamos sándalo, y un viejo hibisco que se vestía de rojo con frecuencia. En estas evocaciones aparece La Alameda vecina bordeada de álamos de hojas trepidantes verdeblancas y madreselvas en primavera y llega la voz de mi madre o de mis hermanas cantando una vieja canción, así la recuerdo:
Estoy seguro de que volverán estos recuerdos que me emocionan sensiblementeUna tarde fresquita de mayo
cogí mi caballo y me fui a pasear[...]